La pregunta que motiva esta publicación es tremendamente decidora: Tu forma de ser es GreenStyle o no lo es. Ser GreenStyle significa que conoces el valor de lo que se crea y que, al final de cuenta, es el reflejo fiel de lo que degustas y tu disposición a pagar por ello.
En el ámbito específico de nuestro quehacer, te invito a que te preguntes: ¿cuál es el valor de una hortaliza que compras en el comercio –cualquier este sea- frente a una que es cultivada libre de químicos y con todos los sentidos y el corazón puestos en su desarrollo?
Te aseguro que la diferencia entre una y otra es notable y está lejos de toda discusión. Eso lo puedes evidenciar mediante los grandes camiones que transportan cientos de kilogramos de hortalizas y que llegan a las ciudades para satisfacer las necesidades frente a lo que hacemos de forma personalizada.
Sin duda que el fin del transporte por medio del camión es noble y legítimo porque contribuye a solucionar un problema. Lo cierto es que la pregunta relevante es: ¿Cómo dimensionas el valor de las hortalizas que son transportadas en ese camión?
Si no conoces a la persona que barbecha la tierra, la prepara, siembra las semillas, las cuida hasta que germinan, cosecha la hortaliza y la sirve en tu mesa para que tú la degustes, indudablemente que no cuentas con la información suficiente para dimensionar todo el esfuerzo que eso significó: El valor.
En otras palabras, tu disposición a degustar por esa hortaliza y su correlato con el pago que realizas es muy diferente si estás en conocimiento de todo lo que se desarrolló en el proceso. Eso es precisamente el fundamento de GreenStyle.
Por cierto, no critico la noble labor de la persona que conduce el camión para trasportar las verduras hasta las ciudades. Sí critico que en ese afán el valor de todo el proceso que te señale no es fácil de advertir, es decir, no es transparente. Incluso, conjeturo que hubo alguna práctica tipo regateo para tratar de obtener un precio menor que, en definitiva, castiga el valor de lo producido y, por ende, obstaculiza el desarrollo de productores locales (sugiero estudiar el documento de Coscione -2019- Los beneficios y retos del comercio justo).
Al respecto, el regateo es una práctica ancestral –no necesariamente negativa- que acontece cuando dos personas desconfían de lo que se está intercambiando o existe una posición dominante a favor de una de las partes. En cambio, si no hay regateo es porque ambas personas conocen totalmente la nobleza de los esfuerzos realizados y logran el acuerdo. Por cierto, la confianza es futo del conocimiento.
Lo que hacemos en GreenStyle Valdivia es contribuir a estimular el comercio justo que es, precisamente, poner en valor el esfuerzo de lo que se produce. En un mundo sin regateo, entonces, estamos en presencia de un comercio justo: la persona que cultiva las hortalizas recibe la compensación justa por parte de la persona que las compra. No hay controversias entre las dos personas ni es necesario recurrir a la resolución de conflictos.
Si las personas conocemos todas las variantes posibles que hay en el mercado -y si no hay restricciones en el acceso a las hortalizas- siempre elegiremos la opción que rentabiliza nuestra decisión óptima. En consecuencia, desecharemos aquellas decisiones que no lo hacen.
A modo de conclusión, cada vez que tú estés en posibilidad de comprar hortalizas –motivo de esta publicación- pregúntate cuál es su valor. Si tu disposición a degustar y pagar por esa hortaliza anula cualquier posibilidad de regateo es porque conoces todo el esfuerzo y, en definitiva, estás honrando el comercio justo. En cambio, si tu disposición a pagar es diferente y conduce a la presencia de regateo es porque percibes que hay algo que no es transparente en el proceso y, seguramente, no es comercio justo. Te aseguro que todas las hortalizas que llevamos a tu mesa para que las degustes en compañía de las personas que quieres y que –gracias a tu confianza nos distingues- tienen el espíritu del comercio justo: El sello GreenStyle, sigue lo natural.